sábado, 12 de noviembre de 2011

EL FANTASMA DE LA DUCHA

Dicen que no hay que creer en brujas pero de que las hay las hay y mi abuela (que en paz descanse) era especialista en hacérnoslas ver cuando ocurría un apagón o cuando quería que fuéramos a la cama temprano. Aunque yo de brujas poco se pues sólo conozco a tres: mi vecina, una actriz (que no creo que sea hechicera pero si es muy fea) y a la de Blair (que no me pareció tan bruja).
Pero si existen la brujas ¿Existen también los fantasmas? En este caso como en el caso de las brujas y como en todos los casos no hay un acuerdo entre si creer o no creer.
Para el protagonista de esta historia las unas y los otros son una enfermedad mental. Algo así como el miedo que uno le tiene a Dios porque desde pequeño le amenazaban con Él o con su archi-enemigo el diablo. Dice, el personaje, que esas cosas son pura superstición o inventario de viejitas sin más oficio que ir a misa todos los días y quedarse dormidas en la silla hasta la hora del almuerzo.
Hace ya varios meses que se mudó de casa y ahora vive en al centro de la ciudad. Tiene varias adicciones que bien podrían ser hobbies dependiendo de cómo se miren: Es escritor por naturaleza, bebe para no olvidar que está vivo, fuma “pielrroja” y le gusta la marihuana. Esta última en cantidades moderadas hasta donde yo me entero. 
Desde que ha cambiado de domicilio le han ocurrido cosas para él incomprensibles, cosas que no están dentro de su lógica.
Antes de salir a la universidad a impartir sus clases se ducha (cabe aclarar que no todo el mundo lo hace porque se de personas que sólo conocen el agua en botella) y experimenta con gran asombro que hay un cabello de mujer en una de las paredes del baño.
Caso insólito, increíble, desproporcionado pues sus visitas, por lo general, son masculinas y vive solo.
Quitó el cabello de la pared y, aparentemente, todo siguió igual pero cada día aparecía un cabello nuevo con las mismas características; fue entonces cuando decidió retar al fantasma o a la bruja porque en estos casos no se sabe. Con plena conciencia del acto destiló su "agüita amarilla" en el baño sin bajar la cisterna y salió a la calle a comprar algo. De regreso encontró el baño limpio y el cabello en la ducha.
Al no creer en fantasmas y mucho menos en brujas yo atribuyo el suceso a lo que se llama amnesia temporal (esa que tanto nos conviene cuando la necesitamos) pero por si fuera verdad que alguien le quiere hacer la vida de cuadros, con vos desafiante le grita: ¡Aparecé hp que no te tengo miedo! Creo que si un médico se entera del caso podría pensar que la hierba bendita le está causando paranoia a este paciente.
No creo que él sufra de eso, es un loco divertido, buen conversador, amante de la simplicidad y más benéfico que el pan.
Siempre solo y siempre acompañado. Solo, por voluntad y acompañado por causas de fuerza mayor (el trabajo y los amigos). Tal vez por esa soledad elegida es que los del más allá han querido venir al más acá para hacerle compañía con estas manifestaciones que parecen salidas de una película de terror.
El único remedio para eso, para que los de allá se queden allá y los de acá se queden acá hasta que sea su turno de estar allá, según la sabia abuela es: confesarse, rezar diez Padresnuestros, diez Avemarías y diez Glorias y, por si acaso, dormir con la ropa interior al revés.


5 comentarios:

  1. Las brujas no hacemos esas cosas,eso es más bien de fantasmas...es acaso el cabello que aparece rojo? :-)

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  2. no sólo en la pared de la ducha. aparecen en volvas, en los rincones o flotando a baja altura sobre la madera del suelo. y no son, prometo, efecto de otras volvas ni de la yerba santa. capilares y de mujer. mejor dicho, de dos: de una morena y de una rubia que no son las de don hilarión. con certeza: sólo un muchacho melenudo ha recibido las aguas en mi ducha; es moreno, rizado, viene, llena el templum, desaparece fugaz para quedarse siempre en el eco de su risa metálica de macho enredada en las alturas de mi envigado. he tenido indicio de que, además de alopécicas, son obsesivas de la verticalidad y las simetrías. una noche les dije, muy cabreado: “¡hijas de puta: las vigas son de aguacatillo y yo soy rechozno de peralta!”. no sé nada de ellas. me las recuerda, a veces, alguna pareja de vellos púbicos anónimos danzando ingrávidos en los chorros con que el sol exacerba, sin advertencia ni permiso, el deseo.

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  3. Casi como que prefiero que me visiten esos seres de allá, antes que rezar todo eso, y en cuanto a la ropa interior, eso de que se te claven las costuras, tampoco es del todo agradable, así pues, bien venidos sean, ya puestos, y entre tantos seres raros con los que pululamos a diario…unos cuantos mas no los vamos a notar…

    Me encantó leerte! ;-)

    Muackss!!

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  4. Tienes toda la razón Ginebra unos cuantos más no hacen la diferencia
    Abrazos

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  5. Yo no tengo problemas... siempre entro armado a la ducha jajaja

    Saludos y un abrazo.

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