miércoles, 7 de diciembre de 2011

LOS PEQUEÑOS ABANDONOS



“Soy un olvidadizo, un distraído, a ratos un indolente. Persona de entusiasmos explosivos y largos desencantos. (HAF)
Aclaro también que soy bueno para la cocina pero malo para el amor como si éste representara a un enemigo público.
El arte de abandonar está ligado al arte de olvidar. Y si olvidamos cosas importantes como levantarnos temprano, comer sanamente, dormir lo reglamentario, embriagarse con amigos, leer hasta quedarnos dormidos, ¿Cómo no hemos de olvidar y abandonar aquello que, sin pena ni gloria, pasó por nuestro camino?
Lo primero que recuerdo haber abandonado fue la idea de ser astronauta de ahí hasta estos días cosas innumerables: mi primera bicicleta, las clases de química, la flauta que nunca aprendí a tocar, a Gabo, mis zapatos favoritos, unos jeans rotos, mi insistencia en tener el cabello liso, la letra cursiva, las matemáticas, el arte barroco, una mascota querida, mi complejo de enano, el rosario a las ocho de la noche, el licor barato, amigos de infancia, las montañas donde crecí, el viaje en crucero, a Darwin y al amor, entre otros.
Y ¿quiénes no hemos abandonado la idea del primer amor? Para unos éste los marca para siempre, para mi, cada nuevo amor es un primer amor con todo y conquista, besos y el resto.
Abandonamos por placer, por necesidad o por malicia y eso nos convierte en usadores y abusadores de las cosas, gente sin corazón, cuerpos sin alma.
Se abandonan amigos, amores, amantes por falta de uso o por que ya no se necesitan, porque estorban o porque nos da la gana.
Pero no todo lo que se abandona le es provechoso al hombre.
Cuando se está enamorado y se piensa que ya todo está escrito y que ya todo está dicho y que ya ni las caricias son necesarias entonces se empieza a abandonar al otro, se asume que todo será igual.
Nos llenamos de pequeños abandonos, de necesidades nuevas. Si antes te decía que te quería, ya no te lo digo, si antes íbamos de la mano, ya no lo hacemos, si antes todo era de los dos, ahora me guardo algunas cosas sólo para mi.
Y así, de abandono en abandono, de costumbres olvidadas se llena la vida y lo que era rutina ya ni siquiera lo es.
Y cuando nos llenamos de pequeños abandonos nos damos cuenta que es hora de buscar un nuevo amor, un nuevo primer amor para que ese círculo vicioso empiece de nuevo y se vuelva a cerrar y así en un eterno retorno del que somos presas a voluntad.
A partir de hoy abandonaré la manía de rascarme el ombligo cuando estoy en casa y la obstinación de querer saberlo todo cual biblioteca andante y recuperaré mi adicción a la guitarra, a la soledad de mi apartamento y  la felicidad que produce andar sin zapatos.