miércoles, 12 de octubre de 2011

Guerras en la cabeza


Dormir bien sin temer al insomnio es manía de pocos. Digo manía porque desde que el mundo es mundo (en mi caso) dormir apaciblemente es un privilegio que sólo se logra con tragos en la cabeza o con el cansancio de una jornada larga y extenuante.
Inquietarse por banalidades o cosas poco importantes y llevarlas a dormir sobre una blanda almohada no es buena idea, menos si lo que nos rodea el pensamiento son cosas que el pasado no ha dejado ir.
Del seno materno heredamos, incluyo a mis hermanos,  la laboriosidad de las hormigas, pero en mi caso esa energía es más mental que física porque soy más pensamiento que hechos. Para tratar de explicar la situación me voy a permitir una comparación, tan molestas pero tan necesarias cuando son ciertas, y que es causa efecto de este texto. En el colegio leí sobre las Amazonas ¿Existieron? Pero si las Amazonas fueron tan reales como lo es mi santa entonces el mito ya no es puro cuento sino una verdad innegable en mujeres que poco o nada necesitaron de un hombre. Se podrá imaginar entonces a quien eligieron los dioses para madre mía. Reales o no a mi me tocó una. Sí, así es mi madre, una Amazona del siglo XX que de herencia nos da una genética repartida.
A Tato (esto es un apodo): hermano mayor y primero al mando le da una inteligencia pura y una resistencia de roble; a Pepe (otro apodo pero con una historia distinta): tercero en rango, la fuerza descomunal y un cuerpo de griego olímpico; a Sara: la niña de los ojos de todos, su maternal diligencia y su soberbia. ¿Y a mí? ¿El primogénito sin primicia al que le han robado ese tesoro dos antecesores? A mí me premia con todo lo anterior pero en dosis desiguales.
No me tocó un cuerpo de atleta pero si una barba hirsuta que ninguno de los anteriores posee (no incluyo a mi hermana por obvias razones), mientras el mayor a cultivado su inteligencia naturalmente yo la he adquirido en años de estudio arduo (y no que sea una lumbrera, si quiero ser franco) pero en soberbia nadie me gana y la diligencia no hace parte de mi inventario.
Ahora, estimado lector, ya sabe para que sirve el insomnio, para dar vueltas en la cama y recordar lo que bien parece historia patria, callar lo que se guarda celosamente y ahogar lo que no se dice a voz en grito. Ah! y para abrir una que otra cicatriz.
Para todo eso y para sacudirse la pereza porque no todos se levantan a las tres de la mañana y encienden su computadora y escriben una historia de mil y una noches.
Espero, señor lector, que pueda entender los estragos que causa el insomnio, la inconexión de ideas y de recuerdos que me obliga a tener y la poca facilidad que me permite para terminar esto que sólo sirve de excusa para encender un cigarrillo a las tres y treinta de la madrugada y recordar, recordar y recordar.


2 comentarios:

  1. Mi Asmor es muy cierto eso de cuerpo de atleta... pero eso q le falta físicamente ( y en ocasiones mental) Dios se lo triplico en ♥.Q sea Dios quien guie su andar .. lo QUIERO mucho... GRACIAS por compartir sus escritos conmigo!!!

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