sábado, 1 de octubre de 2011

EL AMOR ENTRE OTROS


“El amor es un ingrato que te eleva por un rato y el final siempre se va” (Ricardo Arjona)

Podría ser la frase anterior la excusa perfecta para alguien como yo, pero sin llegar a los extremos, estoy de acuerdo con ella.
Uno puede encontrarse con alguien por la calle y parecerle algo muy normal, otros pueden pensar que ese mismo encuentro no es otra cosa que el  destino, habrá otros que piensen que eso es amor a primera vista. No discuto ninguna de las anteriores, cada cual tiene el derecho y el deber de buscar respuestas a todo lo que le acontece.
Escuché a alguien decir que cree en la reencarnación y que las personas que, en vidas pasadas se amaron, están destinadas a repetir ese amor en tiempos futuros. Según esta idea existen tres teorías de lo que puede pasar cuando estas personas se encuentran de nuevo siglos después: Se reconocen cuando se ven sin saber cómo, dónde o cuándo se conocieron y ahí empiezan a trazar un camino ya escrito pero en otros cuerpos y en otro tiempo. La segunda es que a pesar de que se reconozcan y sepan que son el uno para el otro sus compromisos actuales les impiden ser felices; se dice que por eso algunos llevan la marca de un amor que no pudo ser y que extrañan como a la única victoria posible. Por último, la peor de todas (dicen), pues se disfruta del ser amado por un periodo no muy prolongado pero que tienen que separarse tal vez por alguna fuerza sobrenatural, capricho de los dioses o amaño del destino que se empeña en romper algo que no se puede romper y así el sufrimiento es mayor.
No quisiera ser partícipe de tales puntos de vista, no porque no crea en la posibilidad de la reencarnación sino porque me lleno de preguntas y empiezo a recordar amores idos, amores que me abandonaron creyendo yo que eran los de para siempre, amores que abandoné, amores que fueron, amores que no fueron, amores de tiempo, amores de espacios, amores de piel, amores anhelados, amores de compraventa, amores puros, amores de mercado y otros cuantos amores que no vale la pena nombrar (porque se que se tienen tantos amores como se quieren).
Pero ¿Cuál es el hilo conductor o la soga que ata cuando sólo es uno el que ama y sufre y sueña y anhela y quiere e imagina? ¿En qué momento de esa reencarnación el otro debió el camino y dejó al primero amando solo? ¿O en su vida anterior no fue su amor sino su amante y por eso sufre ahora también?
Creer que el amor es para siempre (tema tan trillado en canciones y libros) es algo que cada cual decide, algo que quizá se aprende o algo que se lleva dentro. Puede ser que nunca he amado hasta el extremo (a mi parecer condición enfermiza); posible será que nunca lo haré pero decir nunca es escupir hacia arriba porque existen vacíos que deja un amor que otro amor no reemplaza y eso nos hace pensar que nunca podremos olvidar.
Medias naranjas, Cupido y su flecha, la química y demás artimañas asociadas al amor son cosas que nos inventamos para darle a nuestras vidas y a nuestros amores el sentido que queremos.
Destinados o no, amados o no, reencarnados o no, sufridos o no hay una verdad que no se debe negar: Nos acostumbramos a vivir con el amor de nuestras vidas o con el amor de turno porque se prefiere, en la mayoría de casos, estar acompañados. Si algo aterra al hombre tanto como la muerte es la Soledad. Yo a dicha merodeadora no le temo, cuando la tengo de invitada la disfruto al máximo, le saco el jugo (diría la jerga), le presto de vez en vez todos los amores que recuerdo y nos sentamos a reírnos, a tomar cerveza, a fumar cigarrillos y a pensar que vamos a hacer al día siguiente.


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