viernes, 6 de abril de 2012

DE TIEMPO, QUE NO SE REPITE.


Aún llevo en mi piel las marcas del tiempo. Honrosas cicatrices que demuestran el paso de la historia, horas que ahora sólo recuerdo a medias y que es de esta manera que las quiero recordar, a medias.
Y al mirar alrededor, lleno de certezas contradictorias, me doy cuenta: No quisiera repetir, en un eterno retorno, todo lo que ya he hecho. Tampoco quiero mirar al futuro imaginándolo lejos. Quiero ser yo, uno, una historia, un ser, una mezcla de nostalgia y dichas pasajeras, un libro que se escribe una sola vez sin ediciones de lujo ni traducciones.
No puedo imaginar que voy a experimentar los mismos sentimientos, que los errores que hoy me pesan me seguirán pesando eternamente.
Tampoco quiero reconocer que podría llorar por las mismas cosas por las que lloré. Todo se convertiría en una costumbre que me niego a vivir.
 Que mi primer sentimiento de amor, de dolor, de desilusión los puedo pronosticar. Que voy a conocer a las mismas personas, que voy a ser el mismo con mi metro y medio de estatura, que repetiré los mismos fracasos y que me alegraré por los mismos triunfos.
Creo que mis secretos (aquellos que me atormentan) se irán conmigo a la tumba de una vez para siempre. No quisiera repetir los mismos chistes flojos un sinfín de veces.

Si algún libro logra mi atención y lo leo en su totalidad, de vez en cuando vuelvo a él para sacar una cita textual pero tengo la plena seguridad de que el sentimiento que me invadió la primera vez que lo leí no lo voy a repetir y así quiero que sea porque, si las segundas partes no son tan buenas, imagino como será una eternidad en lo mismo.
Así me sucede con el cine y la música, las experiencias son únicas e irrepetibles, así como cuando escribo y es uno el sentimiento, una la hora, uno el momento, uno el cigarrillo y una la taza de café.
No podría vivir de nuevo la pérdida de mi abuela, no podría repetir mis peores días, ni quisiera crecer de nuevo sin un padre (que para efectos de crianza no fue necesario).

Por eso, hoy que ni la certeza es tan clara, decido que vivo, desde el barro hasta el barro, desde el error del que no aprendí hasta el final de los tiempos, desde lo católico que fui hasta lo agnóstico que ahora pretendo ser.

POSDATA: Nietzsche, ¿Estás habitando ahora el mismo cuerpo siendo el mismo loco?